- Hola. ¿Qué tal? - le
preguntó.
Él desvió la mirada del periódico
y la dirigió hacia su acompañante.
- ¡Hola! - se sorprendió –
Estoy bien, aquí, enterándome de las noticias del mundo. – dijo mientras
cerraba, doblaba y dejaba el periódico a un lado.- ¿Y tú?
- Bien, acabo de salir de
clase, te he visto y he parado a ver como estabas.
- Bueno, me desperté y me
caí de la cama. Después tomé una taza de café y me lavé los dientes y la cara. Cogí
mi abrigo y mi sombrero, y encontré el camino para bajar las escaleras.
Ella se rió de lo absurdo
que sonaba todo eso y le dijo:
- Pero, si no llevas
sombrero.
- Ya, lo he dicho para
parecer más interesante.
Y así charlaron durante
largo rato, hasta que llegaron a un tema espinoso.
- Me dices que quieres
una revolución. Sí, todos queremos cambiar el mundo, ¿sabes? Dices que tienes
una solución. Muy bien, veamos tu plan, pero no cuentes con mi contribución. Creo
que no vas a lograr hacerlo con nadie de todos modos. – dijo de forma acalorada
y alzando la voz. Entonces, se levantó y continuo diciendo – Quieres una revolución.
JA. Libera primero tu mente, mejor, después veras la evolución.
Cogió el periódico del
bar y salió de allí rápidamente. Las dudas que poco a poco habían surgido en su
cabeza florecieron y dominaron sus pensamientos. ¿Por qué lo había hecho después
de todo el daño que causó? ¿Por qué no tuvo valor? Aceleró el paso para
intentar dejar las dudas atrás. No era posible.
Llegó a casa y se dio
cuenta de que había robado el periódico, así que continúo leyéndolo. Esta vez
se paró en una noticia trágica. Decía que un joven que había alcanzado su meta,
había sido arrollado por un camión por un camión. El joven no se había dado
cuenta de que el semáforo había cambiado y el camión lo envistió rompiéndole el
cráneo y volándole los sesos. Había una foto del accidente y aunque la noticia
era bastante triste y cruenta, el no hizo más que reírse.
- Un día en la vida –
dijo.
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